Mientras Feyre es arrastrada hacia el interior de la oscura red política y pasional de Rhysand, una guerra inminente acecha y un mal mucho más peligroso que cualquier reina amenaza con destruir todo lo que Feyre alguna vez intentó proteger. Ella podría ser la clave para detenerlo, pero solo si consigue dominar sus nuevos dones, sanar su alma rota y decidir su futuro y, junto a él, el de todo un mundo en crisis.
Tras los traumáticos eventos en Bajo la Montaña, Feyre lucha por adaptarse a su nueva vida como inmortal en la Corte Primavera. Aunque debería sentirse agradecida, la oscuridad que la consume y las tensiones con Tamlin la empujan hacia una decisión que cambiará su destino.
Feyre comienza el libro devastada por lo que vivió Bajo la Montaña. Aunque ahora es inmortal, su alma está hecha pedazos. Sufre pesadillas, culpa y una desconexión profunda con Tamlin y su entorno. Se da cuenta de que su relación con Tamlin está basada en el control y dependencia. La falta de apoyo emocional y la negación de su dolor la llevan a romper con él, en una de las decisiones más valientes y dolorosas de la saga.
Ya no es la cazadora humana ni la consorte sumisa. No solo cambia por dentro: sus poderes se expanden, su rol en el mundo se redefine, y su destino se entrelaza con el de Prythian. Pasa de ser una pieza en el tablero a convertirse en una jugadora clave.
Tamlin, el Alto Lord de la Corte Primavera, tiene un papel muy distinto en esta segunda parte. Pasa de ser el héroe romántico a transformarse en un personaje mucho más complejo… y controvertido. Tras los eventos anteriores, Tamlin se vuelve excesivamente controlador con Feyre. En lugar de ayudarla a sanar, la encierra en una rutina asfixiante, negándole autonomía y voz. No es un villano clásico, pero sus acciones lo colocan en una posición antagonista. Algunos lectores lo ven como alguien que también está roto por la guerra y el miedo, mientras que otros lo consideran irreparable por su falta de empatía y su tendencia a manipular.
Rhysand, el Alto Lord de la Corte Noche, se convierte en el eje emocional, político y narrativo de esta segunda entrega. Si en el primer libro era un personaje enigmático y ambiguo, aquí se revela en toda su complejidad: protector, estratega, líder… y profundamente humano. Lidera una de las cortes más temidas de Prythian, pero lo hace con una filosofía radicalmente distinta. Su corte interior es un refugio de libertad, igualdad y respeto, donde sus amigos son su familia. Bajo su fachada de arrogancia y sarcasmo, hay un hombre que ha sufrido en silencio. Su tiempo en Bajo la Montaña lo marcó profundamente, y sus decisiones están teñidas por ese dolor. Su presencia transforma la historia en una oda al amor sano, al poder compartido y a la redención.
Tengo la sensación de que la autora ha hecho todo lo posible por hacer que odiemos a Tamlin, siento mucha pena por ese personaje y me encantaría un buen final para él. Por otro lado, Feyre, a veces he detestado su comportamiento, siempre sale huyendo sin pensar. Con Tamlin cuando la encerró, que, si bien es imperdonable, podría haber actuado de otra manera. En la boda, si no quería casarse podría haber alzado la voz en lugar de dejarse guiar como una oveja. Con Rhysand cuando le hizo una gran revelación, no le importo que estuviera débil salió huyendo en cuanto tuvo oportunidad.
Feyre no es mi personaje femenino favorito de los libros, ansío saber si Nesta y Elain tienen su propia historia.
📚 Valoración final
⭐️⭐️⭐️⭐️ (4/5)
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